PROMESA AL POMBERO
PROMESA AL POMBERO
Por Nilda Rojas Escobar
Durante los inviernos en mi familia acostumbramos a sentarnos alrededor de una fogata donde mis padres comparten anécdotas. Una noche en el que el silbido del viento se metía por los agujeros de la pared, mi madre contó una historia que escuchó de una amiga. Se trataba del Karaí Pombero. Mi madre trataba de darnos miedo con sus historias, pero nosotros nunca la tomamos muy en serio. Pero ese día fue diferente. Nos dijo que en la zona del río Corrientes, los padres de tres hermanos les permitieron ir a pescar, con la advertencia de que no fueran muy lejos, donde podrían correr riesgos. También les advirtieron que vuelvan antes de oscurecer.
Sin embargo, los niños al no pescar nada en el lugar que sus padres les indicaron, decidieron ir a probar suerte a un arroyo retirado que cruzaba una zona muy boscosa. Allí pudieron pescar buenas presas, pero sin darse cuenta se les hizo de noche y perdieron el camino de regreso a su casa. Entonces, los tres caminaron como sonámbulos rin rumbo fijo y ni siquiera se dieron cuenta cuando perdieron al menor de ellos. Pasaron por lugares con plantas llenas de espinas. Y los sonidos de los animales silvestres les daba mucho miedo.
En ese momento, el más grande recordó una historia parecida que era por culpa del karaí Pombero. Dejó de caminar por un momento, se sacó las ropas y se las puso al revés. En ese momento volvió en sí y también le pidió a su hermano que hiciera lo mismo, pero cuando giró a buscar al más pequeño, no lo encontró.
Afortunadamente era una noche de luna llena, y pudieron buscar hasta encontrarlo al menor de ellos. Se había quedado atorado en medio de espinas, estaba todo enredado y muy lastimado. Luego de liberarlo, finalmente encontraron el camino de regreso a casa.
Mientras iban caminando en silencio, más pequeño dijo que alguien bajito cubierto de pelo negro apareció de entre los matorrales y le dijo que lo que les estaba pasando, era porque su papá incumplió con un pacto. También le envió un mensaje que solamente a él podría decir.
Cuando llegaron a la casa, era alrededor de medianoche. Sus padres estaban realmente muy enojados y preocupados. Al verlos con las ropas hecha pedazos, les ordenaron que fueran a lavarse y cambiarse de ropa, que al día siguiente, tendrían tiempo para hablar.
A la mañana temprano, mientras los padres tomaban mate, se levantó el menor de los hermanos y narró todo lo sucedido en el bosque. Y cuando la madre fue a levantar a los otros hermanos, el niño le dijo a su padre el mensaje que le había enviado aquel extraño hombrecito: “Esto les pasó a tus hijos por no cumplir con tu promesa de poner fin a la quema incesante de bosques, donde mueren un montón de animales indefensos, y se destruyen el hogar de cientos de aves. De nada sirve que todas las noches me dejes caña y cigarrillo en el horno de barro si destruyes la casa de mis amigos”.
Su padre, con ojos temerosos, observó a su esposa, quien volvía para sumarse a la conversación. Ella miró a su esposo y vio en él a un hombre asustado y tembloroso. Entonces, se apuró en servirle un té de manzanilla para tranquilizarlo.
Desde entonces, aquel hombre fue visitando a todos sus vecinos para pedirles parar con la quema de los bosques y la venta de las tierras. Los vecinos se unieron a la causa y comenzaron a cuidar la naturaleza.
Ahora, cuando los niños van de pesca, siempre vuelven con las bolsas cargadas de peces grandes, mientras a lo lejos se escucha un silbido que los acompaña camino a casa.