El sueño de Jasy Jatere de ir a la escuela
El sueño de Jasy Jatere de ir a la escuela
por Yemina Rojas
En una ciudad pequeña llamada Capiibary, en unos de los más hermosos bosques vivía la familia de Tau y Keraná. Ellos tenían siete hijos, Tejú Jagua, Mbói Tui, Moñai, Jasy Jateré, Kurupí, Ao Ao y Luisón.
Cada hijo tenía su labor en la familia, en especial Jasy Jatere, que debía ir en busca de comida: un poco de maíz, miel silvestre y frutas. Él era un niño hermoso de, de cabellos dorados y ondulados. Llevaba siempre con él su bastoncito de oro, con el que atraía a los animales del bosque. Era el genio de la siesta, cuya habitación era el hueco un enorme árbol.
Cada día Jasy se iba muy feliz a hacer sus mandados, pero siempre regresaba triste a la casa. Tau y Keraná comenzaron a preocuparse por su pequeño hijo. Entonces decidieron hablar con el Pombero, el mejor amigo de Jasy Jateré. Pombero también era pequeño, de boca grande y alargada con dientes muy blancos, tiene los ojos pequeños pero de mirada fija, como la lechuza. Pero es tan peludo y tiene los brazos tan largos que, a veces, los arrastra. En ocasiones se lo suele ver usar un enorme sombrero de paja y llevar una bolsa al hombro.
Tau y keraná le pidieron al Pombero que averigüe qué pasaba con Jasy Jatere, porque lo veían muy triste. Pombero se comprometió a ayudarlos. Al día siguiente, el niño-duende fue como de costumbre a hacer los mandados. Pombero lo siguió desde lejos escondiéndose entre los arbustos. Jasy Jateré sospechaba que alguien lo seguía, pero al mirar atrás no veía a nadie.
Cerca del Cerro Dos de Oro se encontraba el maizal de donde solía llevar algunas mazorcas. Allí se escondía, para ver pasar a los niños que iban a la escuela, que entre risas juguetonas y murmullos pasaban felices. Jasy Jatere los miraba silenciosamente.
Pero lo que no sabía es que su amigo, el Pombero, también lo estaba mirando atentamente. De repente, sin querer, Pombero hizo un ruido y Jasy Jatere volteó a mirar, lo vio y le dijo:
Jasy : ¡Pombero! ¿Qué estás haciendo acá?, ¿acaso me estás vigilando?
Pombero: Me enteré que, después de regresar a tu casa, te ponías muy triste; y como soy tu mejor amigo, debía de averiguar que te estaba pasando.
Jasy: Todos los días veo a estos niños como van felices a esa casita muy rara, donde se divierten, juegan, corren, gritan y aprenden cosas. Me gustaría ir algún día a esa casita y estar feliz, jugando con ellos.
Pombero: Tú sabes bien que nosotros no podemos compartir con ellos, somos muy diferentes. ¿Acaso no los ves? Nosotros pertenecemos a los bosques, debemos cuidarlos y proteger a los animales. Ellos, en cambio, nos deben tener miedo. Además, son muy barullentos y destruyen todo lo que encuentran a su paso...
Jasy: no todos son así, Pombero, la mayoría de ellos son buenos.
Pombero: ¡Ja! y tú ¿Cómo sabes?
Jasy: Siempre los suelo seguir cuando van a la casita la casita sin que se den cuenta.
Pombero: mejor quítate esas ocurrencias y regresemos al bosque, donde realmente pertenecemos.
Jasy Jateré finalmente les contó a sus hermanos de su deseo de ir a la escuela, pero ellos se burlaron de él, por querer ser un niño normal. Además, los otros no lo querían tanto, porque era el más lindo y listo de ellos. Por eso lo marginaban, y como su amigo Pombero ya era un poco mayor, no tenía con quien jugar. Además, lo había decepcionado bastante con sus comentarios.
Un día cuando juntaba las mazorcas en el maizal, escuchó un ruido muy extraño: era un niño llorando entre los arbustos. Jasy Jateré se acercó lentamente para entender mejor lo que pasaba. Al verlo, el niño se asustó, quedo atónito y no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Entonces Jasy Jatere le dijo:
Jasy: No te asustes, no te haré nada malo ¿Cómo te llamas?
Niño: Me llamo Celenio ¿y tú?
Jasy: Jasy Jatere
Niño: ¿el que lleva a los niños desobedientes?
Jasy: No exactamente. A veces me siento muy solo y no tengo con quien jugar, pero no sé porque siempre me tienen miedo, si yo comparto con ellos todo lo que tengo: miel, frutas, maíz…
Jasy: Y tú, ¿Por qué lloras?
Niño: Porque también me siento muy solo y triste.
Jasy: ¿y esos niños que todos los días van felices contigo a esa casita rara?
Niño: Ah! ¿te refieres a la escuela? Son mis compañeros, pero se burlan de mí, y quiero ir más.
Jasy: ¿Por eso estabas llorando? ¿Y por qué se burlan de ti?
Niño: Porque mi nombre es raro, soy el más pequeño del salón y tengo la piel muy rara. Li abuelita Lucrecia dice que son lunares y que son muy hermosos.
Jasy: Te entiendo, yo también soy el más pequeño de mi familia y no me siento querido por mis hermanos. Pero me encantaría algún día ir a la escuela, pero no puedo, porque pertenezco al bosque.
Niños: ¿y allí no tienen escuela?
Jasy: No, no tenemos una escuela.
Niño: ¿Y porque no haces para tu propia escuela? Te apuesto que muchos querrán ir a aprender cosas lindas.
Jasy: No lo había pensado. Haré mi propia escuela. Pero, ¿qué voy a enseñar? Hummmm Hagamos algo, yo te ayudo para que no se burlen más de ti y tu me ayudas enseñándome las cosas buenas que aprendes y yo enseñaré a los que vayan ahí.
Niño: ¡Trato hecho!
Jasy: Tengo que volver a casa y preparar para mi escuelita, nos vemos luego.
Un buen día Jasy Jatere se apareció en el camino a los niños que se burlaban de Celenio y les dio una lección: con su varita mágica de oro, hizo un encantamiento que llenó de manchas negras la piel de los niños y desde el maizal les dijo que no desaparecerían esas manchas hasta que dejen de burlarse de los demás por ser diferentes. Los niños pudieron comprender desde entonces que no debían burlarse de las personas por ser diferentes.
En cuanto a Jasy Jatere, éste construyó una escuelita en medio del bosque. Todas las criaturas del bosque asisten a esa escuela donde lo principal es aprender a respetarse, a cuidar la naturaleza y a valorar las diferencias de cada uno. Hasta el Pombero asiste a esa escuela, donde aprendió a pedir disculpas y a ser tolerante con los humanos.