LA CUEVA OSCURA DEL BOSQUE
LA CUEVA OSCURA DEL BOSQUE
Por Celeste Areco
Había una vez una niña de cabellos negros y largos llamada Anahí. Además, tenía unos ojos marrones y la piel morena. Anahí también era dulce y cariñosa. Ella vivía con sus padres en Asunción y estaban muy cansados de los ruidos de la ciudad. Así que un día decidieron ir de paseo a la casa del campo.
Viajaron casi todo el día y como ya empezó a oscurecer, decidieron acampar en un bosque cerca de la carretera. Allí los árboles eran muy grandes y formaban un largo camino que se dirigía hacia una gran cueva.
Como Anahí era muy curiosa y quería saber qué cosas podría encontrar en ese lugar, tuvo una gran idea y le dijo a sus padres que estaban descansando:
- ¿Papá, mamá, podemos hacer una fogata?
- Claro hija, después de armar el camping iremos a buscar leñas.
- Papi, yo puedo ir sola.
- No, hija, es muy peligroso para que vayas sola, espéranos e iremos juntos.
- Tu padre tiene razón hija, ¿Qué te cuesta esperarnos un poco, Anahí?
- Está bien, pero ¿puedo ir a jugar por acá cerca?
- Bueno, ten cuidado y no te alejes tanto.
Anahí correteaba por todas partes mientras sus padres armaban el camping, y poco a poco se fue acercando a la gran cueva. Siguió caminando despacito y volteó a mirar si sus padres la estaban controlando y, como ellos estaban muy ocupados, no la vieron entrar. Ella pensaba: ¿que podría pasarme si entro? ¡Es un lugar que quiero descubrir! Y empezó a adentrarse en la cueva.
Para su sorpresa el lugar era bellísimo, con muchos árboles y flores de todos colores que alegraban la vista, los pajaritos cantaban sin cesar, hasta que escucho ruidos raros que empezaron a desesperarla. Además, parecía que alguien estaba silbando pero ella no podía ver qué se trataba. Por el susto miraba arriba y abajo, a sus costados, hasta que tropezó con una gran piedra y cayó en un hoyo.
Intentó salir y no pudo, empezó a gritar, pero nadie la podía ayudar ya que ella estaba muy lejos de la carretera en donde se habían quedado sus padres. Anahí estaba atrapada en ese hoyo y escuchaba ruidos de animales que le parecían muy extraños. En la desesperación empezó a llorar y a lamentarse por haber ido al bosque sola.
De repente todo quedó en silencio y con la claridad de la luz de la luna pudo ver a una gran serpiente que estaba por bajar por ella. En ese momento escuchó un fuerte silbido y, como si fuera un milagro, la serpiente se fue sin hacerle daño. Lo mismo pasó con un tigre hambriento que se dirigía hacia el hoyo.
Anahí no entendía lo que pasaba, pero estaba feliz de que ese silbido le haya salvado la vida dos veces. Mientras tanto sus padres, desesperados, la buscaron durante toda la noche y por todas partes, pero no la pudieron encontrar.
La niña pasó la noche en aquel hoyo en medio del bosque. Muy cansada, se quedó dormida. Al día siguiente, Anahí se despertó al escuchar su nombre. Era la voz de sus padres que la estaban buscando.
- Anahí, Anahí, gritaban.
- Acá estoy papá, acá en el hoyo mamá, respondió ella muy contenta.
- Sus padres le tiraron una soga y la ayudaron a salir. Anahí salió del hoyo y los abrazó muy fuerte y les dijo:
- Papá, mamá perdónenme por desobedecerlos, les prometo que nunca más saldré sola, si ustedes no me dan el permiso.
Sus padres la perdonaron y le dijeron que por esta vez no la iban a castigar. Y salieron del bosque dirigiéndose a su lugar de destino. Ya estando de camino Anahí les dijo a sus padres:
- Anahí: Quiero contarles algo muy raro que me paso en el bosque.
- Papá: ¿qué paso?
- Anahí: escuche un ruido muy extraño, era un silbido que me salvó muchas veces. Yo estaba en ese hoyo, y el silbido no dejaba que los animales salvajes se acercaran a mí. Estaban a punto de alcanzarme y luego alguien silbaba y los animales pegaban la vuelta y se marchaban.
- Mamá: Dios mío hija, entonces el señor Pombero te estaba protegiendo.
- Anahí: Y, ¿quién es ese señor?
- Papá: El Pombero es un ser que nadie puede ver, pero cuenta la historia que por las noches él protege a las buenas personas.
Anahí estaba sorprendida por lo que le estaban contando y quería saber más. Por suerte les quedaba un largo camino por recorrer y sus padres le empezaron a contar las historias sobre el señor Pombero.